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DESDE
DENTRO
REFLEXIONES
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La
reinserción social
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El
mundo carcelario puede parecer, a los ojos de
las personas que lo desconocen, como un universo
igual a lo reflejado en las películas
americanas.
Algunas personas ven al recluso
con cadenas y bolas en los pies, mientras otras
piensan que vivimos, nosotros los presos, en
un confort digno de hoteles de cinco estrellas.
La realidad es muy distinta y
no tiene nada que ver con los tópicos
que se dan por supuestos. En
primer lugar diré al respecto que en
prisión se sufre... ¡y mucho!,
a pesar que los Establecimientos Penitenciarios
no son los que existían hace 20 años.
Las
estructuras permiten una vida intramuros un
poco más digna que en los años
80.
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Pero
ello no ha borrado el hecho que la prisión
es ante todo, y a pesar de lo que puedan afirmar
los políticos, un lugar de represión,
que aparta de la sociedad a las personas que,
de manera accidental o habitual han delinquido.
Se
desea hacer creer que la Institución
Penitenciaria tiene como razón primordial
la “recuperación” de la
persona que no ha respetado la regla del juego
social.
A los ojos de la sociedad, o mejor dicho,
a los de la opinión pública,
lo que es distinto, el papel primordial de
la Administración Penitenciaria puede
resumirse por el intento de reintegración
del interno en el seno social, tal y como
encomienda la Constitución Española.
La verdad es que la primera meta de esta Institución
es apartar y castigar al delincuente, sin
preocuparse – excepto raras excepciones
– del futuro de las personas que han
sido confinadas.
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La
Legislación Penitenciaria española,
tal y como está redactada, es muy buena,
probablemente una de las mejores de la Comunidad
Europea, en cuanto a su concepto rehabilitador.
No obstante, la puesta en práctica
de las directivas legales se ve mermada por
la falta de medios humanos y económicos
que impiden su aplicación.
A
título de ejemplo basta mencionar la
falta de personal técnico, que deberían,
en principio, realizar el seguimiento y preparar
programas personalizados de ayuda al interno.
Generalmente, en todas las prisiones españolas,
un educador tiene a cargo entre 200 y 300
internos. Ídem para los trabajadores
sociales, juristas, psicólogos y maestros
de escuela.
Si añadimos a estos problemas la desmotivación
de algunos profesionales en la realización
de su labor, llegamos a un punto en el cual
la reinserción del recluso se ve prácticamente
reducida a su más simple expresión.
Esta
falta de personal, de medios económicos
y el modo con el cual ciertas personas comprenden
su trabajo impide materialmente el seguimiento
del recluso y en consecuencia el estudio de
su evolución o involución
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También
la realización de programas y terapias
especializadas se ve seriamente reducidas. Por
lo que no se cumple el mandado Constitucional
y legal, reduciendo la reclusión del
interno a un mero aparcamiento de seres humanos.
El carácter humano a desaparecido totalmente
desaparecido del espíritu redentor que
debería conllevar la tarea de la Administración
Penitenciaria, la cual se justifica tras las
normas de seguridad, omitiendo voluntariamente
la personalidad y la peculiaridad del recluido.
De este modo todo es mucho más fácil.
Se trata el individuo de manera colectiva, poniendo
todo el mundo en un mismo saco.
Para suplir las lagunas existentes, Instituciones
Penitenciarias acepta la colaboración
de varias ONG, cuyos miembros, con la mejor
buena voluntad del mundo, intentan aportar a
los presos la ayuda que les es más necesaria.
Pero ellos también encuentran las dificultades
que suponen la falta de medios económicos.
Lo que tiene como efecto un desperdicio de esfuerzo
con resultado mínimo.
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La
aventura de la amistad
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Sabemos
que la amistad es un sentimiento basado en la
confianza y el respeto entre dos o más
personas.
La amistad puede resultar ser toda una aventura,
ya que la confianza que exige este sentimiento
sincero nos sumerge, durante un cierto tiempo
en la oscuridad, creada por la falta de conocimiento
de la personalidad, carácter y otros
elementos de la(s) personas(s) con la(s) cual(es)
desearíamos entablar una amistad.
Por lo que, generalmente, nos dejamos guiar
por nuestro instinto y/o buenas apariencias
del otro.
Pero
nuestro instinto, por ser propio a nuestra personalidad,
puede equivocarse y esconder realidades que,
en el subconsciente, no queremos ver. |
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Algunas
personas, consciente del efecto aquí
mencionado, se aprovechan de estas circunstancias
para llegar a metas que no son siempre las que
son precursoras de una verdadera amistad.
Por lo que, en este momento, se se crea un engaño
por una de las partes, lo que dificulta el nacimiento
de una verdadera amistad.
Personalmente, comparo la amistad a una puerta
abierta que uno es libre de franquear, o no,
considerando que si haces el paso al encuentro
del otro, (si traspasa las puerta), TE RESPONSABILIZAS
después, de todo lo que pueda acarrear
en esta relación. Lo bueno y lo malo;
las alegrías y las penas. En una palabra,
todo lo que forma esta relación.
Pero
nunca debemos olvidar que antes de todo, la
amistad es un sentimiento, una fuerza interior
que te empuja a una conducta noble con algunas
otras personas de tu entorno. Algo difícilmente
explicable y a veces incomprensible que te permite
sentirte mejor. |
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